No es demasiado pronto: por qué la educación sexual desde la infancia hasta la adolescencia
Una reflexión para madres, padres, docentes y tomadores de decisiones
¿Y si en lugar de preguntarnos si es demasiado pronto para hablar de educación sexual, empezamos a preguntarnos si no será demasiado tarde?
La pregunta no es retórica. Es urgente.
En estos días, en donde parece incendiarse el mundo cuando decimos “ la educación sexual integral es un derecho y debe estar en las escuelas”, muchas familias, docentes y también algunos discursos políticos organizados, repiten frases que parten de la desinformación y la malinterpretación como: “Eso no es para niños”. “Los confunde”. “De eso se habla en casa, no en la escuela”.
Estas frases parecen proteger la inocencia, pero en realidad protegen el silencio. Y el silencio no es neutral. El silencio desinforma. Lo que necesitamos no es más tabú, sino más claridad. Y la ciencia la ofrece.
La evidencia es contundente: la ESI no adelanta nada, sino que protege
Quienes temen que hablar con la niñez y los adolescentes sobre sexualidad “despierte” su curiosidad, no entienden que la curiosidad ya está. La curiosidad es parte de nuestra humanidad y es lo que nos impulsa a aprender. Y que sin herramientas, esa curiosidad se llena de mitos, de miedo, desinformación y de presión social.
Fui maestra de escuela superior en Puerto Rico. Lo vi todos los días.
Estudiantes de 15 a 17 años que no entienden su ciclo menstrual. Que no saben distinguir entre las distintas fases del ciclo. Que creen que cada vez que tienen sexo sin protección, la solución automática es tomarse la pastilla del día después, como si fuera un método anticonceptivo de uso regular y no una medida de emergencia. Sin saber las repercusiones que la pastilla del día después tiene en su salud hormonal. Nadie les explicó. Nadie les dio el lenguaje. Y entonces, lo que hacen es sobrevivir como pueden.
Un día me dijeron: “¿Por qué nos enseñan cosas tan insignificantes y no cosas que de verdad importan, educación sexual integral? Se lo hemos pedido a la trabajadora social y nos dice que no se puede”.
Y tienen razón. Les enseñamos a memorizar fórmulas que olvidarán, pero no les enseñamos a nombrar su cuerpo, a decir “no”, a reconocer una relación tóxica, o a entender que lo que sienten no es pecado ni culpa: es humano.
La mayoría de las familias lo apoya (y los datos lo confirman)
Una encuesta nacional de Planned Parenthood realizada en 2023 lo confirma: la gran mayoría de las familias en Estados Unidos apoya que la educación sexual se imparta en las escuelas, desde primaria hasta secundaria, y que sea apropiada, amplia y basada en hechos.
El 96 % de los padres apoya que se enseñe educación sexual en secundaria; el 84 % en intermedia y el 64 % en primaria. Incluso casi la mitad de los votantes republicanos encuestados se sienten cómodos con que expertos como Planned Parenthood impartan estos contenidos en las escuelas locales.
Es decir, el consenso existe. Lo que hay es mucho ruido político y mucha desinformación mediática. Pero no una oposición real y masiva de las familias. Las madres, padres y cuidadores quieren que sus hijos estén informados, protegidos y preparados.
¿Entonces por qué tanto ruido?
Porque la educación sexual no solo habla del cuerpo: también habla del poder.Y hablar de poder, de quién lo tiene, quién lo impone, quién lo pierde y quién lo recupera, incomoda.
La ESI cuestiona estereotipos de género. Nombra la diversidad. Rompe con silencios heredados. Enseña a la niñez que pueden poner límites. A las niñas que su cuerpo no está al servicio de nadie. A los jóvenes que sus emociones no son debilidades, sino brújulas.
Pero una infancia protegida no es una infancia desinformada. Una infancia protegida es una infancia empoderada. Y en un mundo adultocentrista, esto incomoda.
¿Es ideología la educación sexual?
No. Es ciencia. Es salud. Es vida.
La educación sexual integral no es una doctrina. Es una propuesta pedagógica basada en evidencia científica, avalada por organismos internacionales como la ONU, la OMS y la UNESCO.
Y más allá de eso, responde a una verdad que muchas veces se olvida: los seres humanos somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos. Negar la sexualidad es negar una dimensión inherente de la experiencia humana.
Porque la sexualidad no es solo el coito. Es la relación con nuestro cuerpo. Es el desarrollo del autoestima. Es la forma en que creamos vínculos, expresamos afecto, cuidamos nuestros límites y reconocemos los del otro. Es todo lo que conforma nuestra manera de habitar el mundo en relación con los demás.
La educación sexual integral no impone una ideología. Lo que hace es poner palabras donde antes había miedo. Y eso, para algunas personas, resulta imperdonable.
No es demasiado pronto. Es justo a tiempo.
La educación sexual no le quita la inocencia a la niñez. Le da herramientas. Le da lenguaje. Le da protección. Le da autonomía.
Y si eso incomoda, es porque rompe silencios que durante demasiado tiempo nos han enseñado a guardar.
Pero las infancias no necesitan silencio. Necesitan escucha. Necesitan verdad. Necesitan adultos que hablen con claridad, sin miedo, sin culpa, sin prejuicio.
Educar en sexualidad es también educar en respeto. Y educar en respeto, en una sociedad que se ha acostumbrado a vulnerarlo, es un acto profundamente político.